viernes, 13 de diciembre de 2013

Queridos Reyes Magos...

Se acerca el final de año. La época en que los mayores hacemos repaso de lo que hemos conseguido de los objetivos que teníamos para este año, y hacemos listas de los que pretendemos hacer el año que viene.

Y mientras tanto, los más pequeños hacen sus listas de los regalos que desean que el señor gordo de rojo o los Magos de Oriente les dejen bajo el árbol de Navidad.

Este año no sé si tengo ganas de ser mayor o pequeña. He pedido por favor no abrir ni un solo regalo esta Navidad, ya que tengo la sensación de que nada material puede satisfacerme ahora mismo y sería desagradecido para quien hace el mayor de los ejercicios de generosidad, pensar en algo que te pueda gustar y emocionar y hacerlo pensando solo en ti. Por lo tanto, la ilusión material de los pequeños está claro que no la tengo.

Tampoco tengo ganas de repasar el 2013 y ver qué objetivos he cumplido y cuáles no. Es más que evidente que no ha sido el mejor año de mi vida, y si ya nos centramos en los últimos meses, entre la despedida de un ser querido y la traición y deslealtad mostrada por otro, se han venido abajo la mayoría de las ilusiones y sueños que tenía puestos para el futuro. Así que, ya haré repaso de este 2013 en otro momento.

Y para el 2014, ¿qué?. Nunca un dicho se hizo tan real, como el de "año nuevo, vida nueva". Sin trabajo y viviendo sola ya es suficiente reto sobrevivir cada día como para encima ponerse nuevos objetivos.

Así que me paso estos últimos días del año cerrando cajas llenas de recuerdos en vez de abriendo cajas de regalo. Cajas que se quedarán en un trastero hasta que el olvido las haga desaparecer. Y para entonces, seguramente los Magos de Oriente hayan pasado más de una vez por mi casa dejando el árbol lleno de cajas de ilusión.