viernes, 18 de abril de 2014

El amor en los tiempos del desamor

Hacía días que tenía ganas de escribir en el blog. Tengo pendiente escribir sobre algunas cosas y llevo un par de semanas dándoles forma y pensando en cómo enfocarlo. Pero de repente las palabras salen solas de una mente a la que le pasan mil sensaciones por delante. Y no importa si se dice ordenada o desordenadamente. Porque eso es lo que ocurre cuando se escribe desde el corazón. Hace ya tiempo que sabíamos que estabas ausente, olvidadizo, cansado y que habías abandonado la escritura. Pero aún así, tener conocimiento de tu muerte hace que el mundo cambie completamente. Tengo la suerte de haberte leído, de haberme metido en tu mundo, de conocer Macondo, de haber conocido el amor de Florentino Ariza y Fermina Daza a través de mi propia historia de amor... y aún me quedan mil historias más por conocer, con las que prometo ir completando mi biblioteca particular. Yo no puedo escribir como tú. Necesito utilizar los puntos, algo que tú parecías desconocer y que en más de una ocasión me ha hecho repetir inmensos párrafos porque me perdía. Tengo que reconocer que mi primer contacto con el realismo mágico no fue contigo, sino con Laura Esquivel y Neruda, y que a Rulfo lo tengo pendiente (y no sé cuándo podré leerlo, la verdad), al igual que reconozco ver en tus escritos los cuadros de mi querida Remedios... pero desde que llegó a mis manos el primer libro tuyo (recomendado, regalado y hasta dedicado... tanto que ahora duerme en el fondo de algún mar) me enamoré de ti y pasaste a centrarlo todo. Habrá otros, claro que los habrá... pero estoy segura que siempre volveré a ti. Que estarás conmigo en los momentos importantes de mi vida, y pese a que ahora mismo no estés porque te llevaron, volverás a presidir la estantería.


Descansa en Paz, Gabo.